Por otro lado, la lógica de los "malls", esas burbujas que procuran mantener condiciones ambientales homogéneas durante el día y a lo largo del año, y que por lo general presentan pobres o escasas estrategias de captación y protección solar eficientes, se han convertido en las nuevas "plazas" del encuentro, una traducción moderna del mercado grecorromano. La salud y el caminar tienen su punto de encuentro consustancial en el espacio público. Ese punto de encuentro es la luz, que, además de ser uno de los agentes materializadores del espacio, aporta una componente no menos importante para el hombre, como es la salud tanto física como mental. Exponiéndose ante la luz del sol, el hombre adquiere energía directamente a partir de la condición biodinámica de la luz (la luz incide en el sistema endocrino y en todos los sistemas biológicos). Además, la luz aumenta los niveles de serotonina (la hormona de la "felicidad y del buen humor") y de dopamina, estimulándonos, confiriéndonos a diario "ánimo", una suerte de "energía". Estas hormonas colaboran a regular los ciclos del sueño, la energía y el estado de ánimo, dentro de lo que se llama el Ciclo Circadiano, asociado directamente con la luz, la que estimula esos neurotransmisores del cerebro. Dependiendo de la latitud, en un día soleado de verano, por ejemplo, podemos obtener 150.000 lux contra 10.000 de un típico día nublado de invierno. Pero, si tendemos a permanecer la mayor parte del tiempo en espacios interiores, nuestro organismo corre el riesgo de ser afectado por la carencia de luz solar, y con ello la salud se deteriora, llegándose incluso a estados de depresión, como el trastorno afectivo estacional. El concepto de "confort urbano" de hoy en día, entonces, debiera considerar la variable de los efectos foto-biológicos de la luz, lo que se constituiría, desde luego, en un avance en calidad de vida urbana. En ese orden de cosas, en ciudades europeas cercanas al ártico, la carencia de luz solar durante el año es tan evidente, que, desde hace algunos años, existen los "cafés y bares solares", donde, a través de fuentes de luz artificiales, se generan ambientes llamados de "foto-terapia". Esta consiste básicamente en el uso de luz en longitudes de onda apropiadas, variando según lo requiera la terapia, y de uso muy extendido en pacientes neo-natos con ictericia. La luz fluorescente de espectro total es una alternativa apropiada, puesto que éstas generan una luz de color blanco puro, similar a la luz solar, que favorece la percepción adecuada de los colores. También se han hecho experimentaciones con LEDs y fibra óptica, para propósitos similares. Sin embargo, hay otro factor tan importante como la luz: la sombra, su "comparsa". La construcción de la sombra tiene sus bondades, sobre todo en un planeta cuyo clima se torna, según la opinión mayoritaria de la ciencia, en un verdadero "invernadero". Así, entonces, temas claves como la conservación del agua, la temperie del hombre ante altas temperaturas, la protección solar de la piel, entre otros, son todos factores que nos llevan a proponer un re-planteamiento del "diseño de la luz y la sombra de la ciudad". Adelantándose a esta cercana realidad, los vacíos entre las edificaciones de la ciudad debieran disponer de sistemas de filtración lumínica de densidad cambiante, unas envolventes diafragmáticas que sean sensibles a las condiciones ambientales; en otras palabras, algunos elementos que modifiquen su patrón de densidad según la radiación solar cambiante no sólo estacionalmente, sino que también durante un mismo día. Así, la ciudad algún día tendrá una suerte de "orgánica inteligente", de sombras "iluminadas" que se constituyan en aliados de la habitabilidad urbana del transeúnte. |