Por Ignacio Ruiz, Director de Grupo IMC.

El sector inmobiliario está atravesando por una crisis, así como lo ha hecho tantas otras veces. A la creciente inflación, impulsada por factores tanto internos como externos, se suma el aumento en los costos de construcción, la escasez de suministros para construcción, y el incremento de tasas financieras en general. La industria está tremendamente desafiada, pero aún con la tranquilidad de que se trata de condiciones económicas en esencia cíclicas.

Sin embargo, en esta tormenta perfecta, hay dos elementos que veo con especial preocupación. La primera, es la creciente incertidumbre jurídica: El no tener claridad de qué va a pasar con un desarrollo inmobiliario, independiente de que se obtengan los permisos y validaciones por parte de la autoridad competente, es mucho más grave que cualquier variante económica.

En ese mismo contexto, se suma el segundo elemento: la variante medioambiental. La paralización de proyectos inmobiliarios aduciendo esta temática es cada vez más común y ha tenido efectos profundos en el sector, no obstante haber tramitado todos sus permisos en las instancias correspondientes.

El funcionamiento y la aplicación de la institucionalidad y normativas ambientales han cambiado en los últimos años, así como también la forma en que los desarrolladores abordan los proyectos. Lo cierto es que, si antes había certezas frente al cumplimiento de ciertas exigencias y permisos, hoy existen más dudas ante una institucionalidad dañada, en particular cuando quienes tienen cargos administrativos relevantes, no dan cumplimiento a las tramitaciones de los permisos correspondientes.

El desafío que tenemos como industria es aprender a navegar en un escenario más incierto y, al mismo tiempo, avanzar en una nueva mirada e integración de la variable medioambiental. En los próximos años, el componente ASG (Ambiental, Social y de Gobernanza) será clave para esta actividad, tanto así, que incluso será un factor decisivo para la venta de un proyecto.

Los inversionistas ya están haciendo cambios hacia la integración de la variable medioambiental en sus portafolios, y la industria inmobiliaria debe adelantarse a este desafío con una mirada sustentable.
Para que este proceso sea exitoso, en un esfuerzo público y privado, será fundamental contar con un indicador claro, coherente y transversal, que permita visibilizar los cumplimientos en materias de ESG.

Este es un sector que sabe de crisis y de adaptarse con éxito a los nuevos escenarios que éstas generan. Hoy, el desafío es lograr repensar la estrategia, tomando en cuenta aspectos que antes no eran considerados, por ejemplo, con la optimización de servicios secundarios al “core” del negocio (desde los procesos constructivos, la limpieza de las salas de venta, hasta la estrategia de marketing digital).

Hay que tener en cuenta, eso sí, que la naturaleza de lo que vivimos hoy no puede compararse con situaciones anteriores que puede ser similares en forma, pero muy distintas en fondo (como la “crisis subprime”).