El proceso de reconstrucción abordado por el sector privado y público aún no termina, Probablemente pasarán años antes de que éste concluya. Todo se inicia en una dinámica de urgencia , que combina el poder disponer a la brevedad con estos equipamientos para el servicio de la gente, y la difícil tarea de crear un proyecto de restauración arquitectónico que cautele los intereses de la comunidad. A ello hay que añadir lo difícil que es intervenir un edificio pre-existente, con una realidad muy particular y aplicando los principios teóricos de la restauración patrimonial. Un trabajo arduo Ha quedado en evidencia la escasez de empresas constructoras que puedan abordar apropiadamente la compleja reconstrucción de este tipo de estos paradigmáticos edificios. La insuficiencia de información técnica acerca de la historia de estas obras es evidente. Estas fueron construidas con técnicas constructivas ancestrales heredadas por tradición oral. Frecuentemente bajo estas construcciones se encuentran cementerios aborígenes. El hallazgo de éstos, altera notablemente la programación y costos de las obras. Corresponde en este caso, aplicar el procedimiento coherente con las regulaciones emanadas del consejo de monumentos nacionales u otras autoridades. La concurrencia de expertos en especialidades tales como restauración de imaginería religiosa, patrimonio mueble, tal como órganos, retablos y otros, implica una perfecta coordinación en la programación de las obras. El cuadro anterior hace que cualquier empresa del sistema desista de entrar en tales complejidades de operación. Son muy pocas las constructoras dispuestas a aceptar el desafío. La importancia de una adecuada mano de obra y profesionales La escasez de mano de obra calificada en faenas tales como el tallado de piedra, carpintería, colocación de cubiertas de paja brava, revoques de barro y tantas otras, dificulta aún más la operatoria de cualquier empresa constructora. Las obras extraordinarias son recurrentes así como el consecuente atraso en la entrega final. La dificultad de encontrar ingenieros calculistas especializados en patrimonio arquitectónico coloca un ingrediente más de creciente dificultad. Sin un proyecto de cálculo estructural que acompañe adecuadamente el proyecto de restauración arquitectónica, la acción se hace más dificultosa. La ausencia de normativa de construcción y de herramientas de análisis de alta tecnología, termina por configurar un escenario desafiante en lo profesional y económico. Si bien la ley de donaciones culturales, conocida como Ley Valdés, ha contribuido enormemente a disponer de los recursos económicos necesarios, muchas veces éstos son insuficientes. Se requiere contar a la brevedad con un registro de empresas constructoras especializadas que otorguen una garantía de trabajo serio y comprometido con el patrimonio. Esto es una tarea país, que permitiría evitar la destrucción de lo nuestro. |