El patrimonio no es sólo el legado de nuestros antecesores, es lo que nos modela para definir nuestra propia identidad hoy, y su trasmisión es lo que nos asegura continuidad y autovaloración como sociedad. Nuestro patrimonio está compuesto de los recuerdos, las tradiciones, las expresiones artísticas y sociales, de las técnicas que utilizamos para resolver nuestros desafíos y del aprendizaje que obtenemos de nuestra propia forma de construir nuestras vidas y nuestra sociedad.

El patrimonio, por lo tanto, es tangible e intangible, y la obra arquitectónica es el bien patrimonial tangible más cercano a la gente; nos rodea cuando vamos por las calles, lo habitamos, lo visitamos, nos acoge con diversos programas y nos sorprende con su belleza. Los grandes edificios que han ido construyendo la historia de nuestras ciudades y también las construcciones que en forma más modesta construyen nuestros pueblos, constituyen, en definitiva, nuestra imagen y son igual de valiosas para definir nuestra cultura.

Conservar nuestro patrimonio

Los retornos asociados a un patrimonio bien conservado son tanto económicos como sociales y, debido a esto, las inversiones en restauración se han ido incrementando.

El rigor con que se enfrenten los proyectos de restauración es fundamental, la presencia de especialistas idóneos, de la metodología adecuada y el trabajo interdisciplinario son componentes claves para obtener buenos resultados y permitir que el rescate del patrimonio sea efectivo y la inversión sustentable.

Frente a esto Idiem de la Universidad de Chile ha desarrollado una línea de trabajo conjunto entre arquitectura patrimonial e ingeniería estructural, que hace posible alcanzar estándares superiores frente a la restauración de edificios de valor patrimonial, en que por esencia la estructura, las técnicas constructivas y las características arquitectónicas de los edificios son partes inseparables. La evaluación especializada, metodología y criterios de intervención inscritos en la teoría de la restauración como disciplina, sumada a la utilización de nuevas herramientas tecnológicas al servicio de la restauración, aseguran la adecuada conservación de los edificios.

La restauración arquitectónica se desarrolla bajo estrictos criterios de intervención que han ido evolucionando a lo largo de la historia, donde las distintas corrientes teóricas han ido encontrando consenso a través del debate internacional, del desarrollo de las teorías y las prácticas, y la realización de "cartas internacionales" que surgen en los Congresos Internacionales de Arquitectura, donde destacan varias comenzando por la Carta de Atenas de 1931.

En Chile debemos agregar nuestra realidad de territorio sísmico, lo cual nos obliga a sumar el criterio de seguridad a nuestros edificios y, por lo tanto, dar especial énfasis al comportamiento estructural de las construcciones, en combinación a los criterios netamente de restauración.

Un trabajo paso a paso

Junto con la teoría está la práctica, entendida como el conocimiento empírico y la investigación aplicada, para que en conjunto aporten a una metodología que asegure óptimos resultados. Básicamente siempre se deberá contar con el estudio de los antecedentes que aclaren la historia constructiva del inmueble, un levantamiento pormenorizado de la situación actual y un registro de daños que otorguen todo lo requerido para realizar un diagnóstico. Además, se deben establecer los criterios de intervención y lineamientos que permitan desarrollar proyectos de restauración.

Todas las acciones que se emprenden sobre un bien patrimonial, más allá de ir en pro de la valorización del bien, deben considerar acciones de restauración que ataquen la causa de los daños junto a la reparación de los mismos, como única vía de conservación sustentable.

Finalmente, es importante mencionar que los programas de financiamiento asociados a los edificios de valor patrimonial son un tema clave en la conservación de los mismos. Usos que aseguren una estrecha relación entre la gente y el inmueble patrimonial son la clave para una conservación sustentable en el tiempo y una efectiva puesta en valor. Así, nos encontramos con casos de rehabilitación de usos como la Estación Mapocho como centro cultural, conventos como La Recoleta Domínica para museo y centro nacional de conservación y restauración (CNCR), el edificio de la Ex Aduana de Arica como casa de la cultura y otros que van acogiendo diversos programas.

La evolución que tiene nuestra sociedad nos lleva necesariamente a ir adaptando los espacios a los nuevos requerimientos de hoy, y la rehabilitación de edificios para nuevos usos es una herramienta para fortalecer los vínculos entre el patrimonio y su pueblo.