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CRITERIOS CONSTRUCTIVOS SUSTENTABLES
Cómo aminorar las “islas de calor” y otros efectos

Los últimos estudios han confirmado una realidad que data desde épocas ancestrales en torno a las edificaciones: la materialidad y la forma influyen positiva o negativamente, no solo en las condiciones de confort interno, sino también en el contexto inmediato y global en el cual la edificación se emplaza.

En una época donde tratamos de ser eficientes en el consumo de recursos y lograr altos estándares internos, es necesario abordar los efectos de nuestros edificios en el entorno; tema muy relevante para la población aledaña a la edificación, pues son ellos quienes experimentan directamente cómo se eleva la temperatura en el entorno, en zonas de alta densidad. Somos una industria responsable de aportar gases que incrementan el efecto invernadero mediante el consumo de petróleo y cemento en los procesos productivos y constructivos propios. Hemos visto en nuestro país la catástrofe producida en el norte a partir de las lluvias y los costos humanos y en infraestructura; problemas graves que nos deben hacer pensar en las estrategias que debemos generar para evitarlos y/o disminuir sus efectos.


Sustentabilidad y eficiencia energética

Estos conceptos han estado en la palestra de los arquitectos, ingenieros civiles y constructores desde hace ya un par de décadas; incluso otras áreas de la Ingeniería y profesiones afines se han integrado a esta preocupación, generando propuestas de solución. Los proyectistas, por ejemplo, han dado valor al concepto de arquitectura vernácula, cuya sabiduría data de larga data y se basa en el respeto por las características regionales, buscando adaptarse al medio con los recursos existentes. Este conocimiento se ha acumulado empíricamente a lo largo de los años y considera criterios de respeto al contexto externo y de habitabilidad en base a la experiencia de sus habitantes. La sabiduría vernácula aborda una serie de factores en conjunto, tales como el color de las edificaciones, materialidad, forma, organización, orientación e incluso la construcción como evento social.

El marco legal de nuestro país establece criterios que permiten determinar el volumen teórico que se puede llegar a construir. Por otra parte, los seccionales son los instrumentos urbanos que permiten establecer criterios particulares, relacionados principalmente a condiciones de la fachada en cuanto a materialidad y alturas en zonas o edificios con cierto interés patrimonial. La única condicionante legal que podemos considerar como encargada de definir un criterio mínimo de habitabilidad tiene que ver con la reglamentación térmica; sin embargo, ninguna de las otras condicionantes está definida para mejorar la relación del proyecto con su entorno en términos de sustentabilidad.


Construcción en zonas con alta densidad

Uno de los efectos más comunes de las edificaciones en el entorno son las “islas de calor”, el que se produce mayormente en zonas urbanas de alta densidad de edificios con materiales absorbentes que producen acumulación de calor durante el día y la disipación del mismo durante la noche. Las islas de calor se dejan sentir con más fuerza cada año frente al ascenso de las temperaturas a causa del efecto invernadero. Si bien este efecto es natural y propio de la composición de nuestra atmósfera, la emisión de ciertos gases y las actividades propias del ser humano estarían incrementando los niveles normales de aislación de estas capas atmosféricas.

Una investigación hecha en EEUU por la Universidad Estatal de Arizona, indica que las islas de calor responden principalmente a dos causas: la falta de áreas verdes en sectores densamente edificados con proyectos en altura, y el “albedo”, es decir, el porcentaje de radiación que la superficie refleja con respecto a la que recibe, ocasionado por materiales con características bituminosas que son ampliamente utilizados por nuestra industria en las urbes.

El estudio indica que los techos verdes y blancos pueden hacer frente a estas dos causas, reduciendo el incremento de temperatura en las grandes ciudades. Por otra parte, los investigadores demostraron que esta clase de techumbres verdes y blancas siempre reducirán las demandas internas de climatización, enfocándose especialmente en el uso de aire acondicionado lo que, además, mejoraría el estado de salud física de las personas. En Chile se puede empezar a observar este fenómeno de las islas de calor en sectores de rápido crecimiento, probablemente relacionado con un alto desarrollo Inmobiliario, como el llamado “Distrito financiero” entre las comunas de Las Condes, Providencia y Vitacura.


Anticipación y prevención

Desde una perspectiva global, la certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Designé) aborda criterios que permiten tener una visión integral; en Chile ya existen más de 45 edificios con distintos niveles de certificación que han tomado este desafío. La GBC (Green Building Council) ha planteado que las estrategias de diseño y construcción sustentable deben ser incorporadas en etapas tempranas del proyecto y considerando la participación conjunta de todos los actores. Un tema clave de esta certificación es que se realiza un seguimiento durante el período de vida del proyecto en cuanto a ahorro energético y consumo de agua, respecto a la proyección original realizada durante el estudio y luego cada cinco años, una vez que el proyecto obtiene su certificación. Esto con el fin de asegurar el cumplimiento de los márgenes comprometidos originalmente.

Podemos encontrar una correlación entre las islas de calor y la certificación LEED en al menos tres de las categorías medioambientales que se abordan: “sitio sustentable”, “energía y atmósfera” y “materiales y recursos”. En la medida que un proyecto sume más créditos frente al cumplimiento de distintos criterios como los presentados anteriormente, podría optar a una certificación más alta. Con criterios como estos se pretende disminuir la incidencia en las emisiones de CO2, que en nuestra industria ascienden a un 40%.

En enero de este año se dio inicio a la consulta nacional sobre la meta de reducción de emisiones de nuestro país entre los años 2020 a 2030; el Gobierno ha propuesto dos alternativas que van entre el 25% y el 45% bajo distintas condiciones. Las críticas han surgido en torno a la real incidencia que tiene nuestro país, que aporta un 0,24% del total de CO2 del escenario global, y cuáles serían las repercusiones de reducir las emisiones en esos niveles. Las posiciones extremas discuten que esto coartaría el desarrollo del país y otros señalan que no debiesen ser criterios considerados como limitantes en las proyecciones a futuro. Este es el escenario que enmarca nuestros criterios constructivos hacia el medio ambiente. Los criterios medioambientales deben ir de la mano de una política adecuada, donde existan condicionantes legales que sean comparables con -por ejemplo- otros países de la OECD.


Jaime Arriagada Araya, Arquitecto y Magíster en Construcción, Docente Facultad de Ingeniería Universidad Central.
Junio 2015
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