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Teodoro Fernández, Premio Nacional de Arquitectura 2014
Un apasionado por la arquitectura y el paisaje

Teodoro Fernández Larrañaga, arquitecto, paisajista y académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, es el nuevo Premio Nacional de Arquitectura 2014. La distinción lo sorprende a sus 66 años, en su oficina de Bilbao con Luis Thayer Ojeda, un espacio luminoso y sencillo, características que bien podrían describir al profesional.
Teodoro Fernández.

“No me he transformado en una persona más inteligente por recibir el premio. Tengo las mismas buenas o malas opiniones que tenía la semana pasada, pero estoy feliz y agradecido por el reconocimiento al trabajo realizado”, señala el arquitecto. Sus más de cuatro décadas de trayectoria incluyen numerosas obras emblemáticas, tanto públicas como privadas. Su firma se encuentra en el Parque Inés de Suárez (1992), su primer concurso público para un parque, el Bicentenario (2007) y la remodelación de la Quinta Normal (2010), entre otros.

Gracias a los parques es conocido como el “arquitecto del paisaje”, pero su obra no se limita a las áreas verdes: a sus 30 años de docencia se suman proyectos como la Estación Mapocho, el Polideportivo del Estadio Español, la Scuola Italiana, varios edificios del Campus San Joaquín y el edificio Moneda Bicentenario. Dos de sus proyectos más recientes continúan su fascinación por el paisaje y la arquitectura urbana. Uno es el Parque Kaukari, 60 hectáreas a orillas del río Copiapó. El otro, un edificio de 11 pisos en plena Plaza de la Constitución, que albergará distintas oficinas ministeriales.


Primeros pasos

Fernández siempre quiso ser arquitecto, su cabeza siempre fue más visual que matemática. “Me gustaba mucho trabajar con cualquier cosa que pudiera asimilarse a una maqueta, me la pasaba inventando cosas y manipulando herramientas”, recuerda.

La remodelación del Parque de la Quinta Normal
es uno de los proyectos predilectos del arquitecto.

Ya en la Escuela de Arquitectura de la PUC, se encontraría con una noción de la profesión enfocada en la construcción del llamado espacio público. “No se trataba de construir las mejores casas, sino de que el trabajo de los profesionales contribuyera a mejorar la calidad de vida y habitabilidad de las ciudades”.

Así comienza la fascinación de Fernández Larrañaga por todo lo que ocurre alrededor de los edificios. “Los lugares abiertos o al aire libre son parte de los espacios donde se desarrolla la vida y a eso nos dedicamos los arquitectos: a diseñar y pensar los lugares donde se desarrolla la vida”, agrega.

Para el arquitecto, en los parques, la importancia radica en poner en evidencia lo memorable del lugar. En el caso del Bicentenario, por ejemplo, comenta que “lo esencial fue relevar dónde estábamos: rodeados de cerros, con la ciudad, el río y el Manquehue al lado”.

A juicio del profesional la gracia del paisajismo y los parques es que pasan a ser parte del patrimonio de un país. “No tienen un valor de cambio en un mundo tan mercantilizado como el de hoy y, sin embargo, podemos ser felices en ellos, a la sombra de un árbol”, acota.

El Parque Inés de Suárez es un punto de
encuentro altamente valorado por la comunidad.

Parque Bicentenario

Pensar el Parque de las Américas, hoy Bicentenario, no fue un proceso exento de dificultades, comenta Fernández. “En las reuniones, los vecinos de Vitacura nos decían que no querían un parque, sino estacionamientos o un club privado”.

Sin embargo, cuando participaron con su equipo en el concurso público la idea fundamental de la propuesta era que la comuna tenía la oportunidad de contar con una fachada que limitara con la naturaleza: “la gente no merece espacios eriazos para estacionamientos en el medio de la ciudad; y nosotros sabíamos que una vez construido el parque, este sería valorado por la comunidad”.

Hoy el Bicentenario es uno de los parques más concurridos de Santiago, pero su valoración es al mismo tiempo una de las principales amenazas contra su preservación. “En Chile la mantención de los parques es muy mala, desde las podas hasta los riegos. El panorama es aún más complejo al sumar que los espacios pasan de ser lugares abandonados a lugares sobrepoblados y sobreexigidos con multitudinarios eventos”, añade.

El Edificio Bicentenario es una obra de gran envergadura cívica.

A su juicio, el exceso de eventos provoca dos tipos de destrucción. Una es la que atenta contra la gratuidad y la otra es una destrucción física contra la tranquilidad que las áreas verdes requieren para crecer. En el Parque Bicentenario, por ejemplo, “los árboles han crecido más lento de lo esperado, puede ser la mantención, pero también es posible que sea por el estrés al que están sometidos todo el tiempo”, comenta.


Quinta Normal

Teodoro Fernández le tiene cariño a todos sus proyectos, pero si tiene que mencionar uno solo elige hablar de la remodelación del Parque de la Quinta Normal.“Me gustó mucho hacerla porque es un espacio público, patrimonial y verde, tres cosas que hoy son muy difíciles de encontrar. En la investigación descubrimos que en la Quinta Normal fue el lugar donde se fundó, descubrió y diseñó el paisaje republicano de Chile, no tiene nada de francés o inglés, es el lugar donde se diseñó el paisaje nacional durante el centenario”, señala.

En el Parque Bicentenario se resalta el lugar donde está emplazado: rodeado de cerros, con la ciudad, el río y el Manquehue al lado.

“Tú te paras en algunos lugares de la Quinta Normal y te puedes encontrar con un cedro del Líbano, uno del Himalaya y otro de África, todo mezclado”, agrega y parece estar viendo cada uno de los árboles que describe. Sin duda, lo que más alegra al arquitecto del trabajo realizado en Quinta Normal, es lo bien que ha recibido el público la remodelación y lo mucho que ha usado los espacios. “El paisaje es un factor de democratización, es bueno que el público acuda a los parques, las autoridades deben dejar de ver a la gente como un problema e invitarlas a utilizar los espacios, a hacerlos suyos”, enfatiza.

Finalmente para el hoy premio Nacional de Arquitectura, todo se resume en la necesidad de construir ciudades más amables capaces de mejorar la calidad de vida de la gente. “Todos los nombres y premios me suenan rimbombantes, prefiero ser identificado como uno más de los apasionados por la arquitectura y el paisaje”, finaliza.

Enero 2015
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