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Por Pedro Serrano Rodríguez, Académico del Departamento de Arquitectura, Universidad Técnica Federico Santa María.
Arquitectura y eficiencia energética en Chile

Todos los chilenos nos hemos dado cuenta, de alguna u otra forma, de que el barril de petróleo ha subido como nunca en este último año. Esto saca a la superficie una de nuestras más grandes debilidades energéticas: más del 40% de nuestra energía primaria proviene del petróleo que debemos comprar afuera. Si a ello le agregamos un 26% (CNE 2002) de gas natural y un 5% de carbón mineral que también compramos en el exterior, tenemos que el 70% de la energía de todo Chile depende de mercados que para nada controlamos y que, por supuesto, están constantemente en alza. Estos tres energéticos, además, se queman y contaminan. Sólo esta información recomienda a todo el país que debemos hacer eficiencia energética, obteniendo los mismos o mejores trabajos de la energía, pero usando menos cantidad, con tecnología, diseño, cultura y buena planificación.

La necesidad de incorporar conceptos de energía en la arquitectura

Sin embargo, hay un sector del panorama energético chileno que es bastante particular: El conocido técnicamente como comercial-público-residencial, que es aquél donde se desarrolla energéticamente la arquitectura. Los datos de la CNE indican que su principal insumo energético es la leña. Independiente de que un lector de Santiago o Valparaíso no entienda cómo puede suceder esto, cualquiera de Temuco o Chiloé lo comprenderá plenamente. En el sector edificios de Chile, tomado como un todo, la leña llega a ser un 54% de los insumos. Este dato es esperanzador, porque la leña es al menos insumo chileno y pudiera ser hipotéticamente sustentable, pero, a la vez, alarmante, porque hoy día no es sustentable. Otro dato interesante es que en el sector edificios las estimaciones nacionales apuntan en torno al 36% de eficiencia, lo cual es muy bajo e indica que hay graves deficiencias en el diseño, construcción y uso de nuestras edificaciones. Esto revela que nuestra actual arquitectura construida presenta una ausencia de los conceptos de energía que debieran impregnar los diseños, desde buenas aislaciones, uso adecuado de las inercias, buena iluminación natural y conceptos de ventilación, enfriamiento y calentamiento, has-ta desarrollo de adecuadas costumbres en uso de espacios construidos y la energía que se consume en ellos.


El caso de la vivienda social

Si sólo se considera que el 54% de la energía del sector es leña y las pérdidas del uso de la leña son del orden del 90%, podríamos decir que un 44 % de las pérdidas estimadas del sector son por la mala combustión de la leña, usada abundantemente para la calefacción y cocina en miles de hogares chilenos. Esto por dar un ejemplo en la leña, pero además el sector usa petróleo, gas natural, electricidad hidro y térmica y carbón mineral.

Si adicionalmente se considera que tres de los cinco quintiles de ciudadanos chilenos viven en viviendas de interés social, que son precisamente las que presentan mayores falencias al respecto de la eficiencia, se tiene un enorme campo de aplicación para medidas importantes en mejoramiento energético de éstas.

Solamente recuperar el 50% de las pérdidas del sector podría ahorrar hasta US$243 millones anuales al total de la familias chilenas y, por supuesto, al país en términos de importaciones de energéticos. Un cálculo primario, hecho a partir de una estimación de costo de US$3 mil millones anuales que gasta Chile en energía, de los cuales un 25% se iría al sector edificios.

La tarea es sumamente interesante, sobre todo por los retornos económicos. Esto debiera ser un punto de interés prioritario del Estado de Chile y un fuerte desafío para las escuelas de arquitectura, construcción, diseño e ingeniería de nuestras universidades. La resolución del desafío, además, resultará en una menor contaminación urbana e intradomiciliaria y, sobre todo, en enormes ganancias en calidad de vida para la gente, que se reflejarían, por ejemplo, en los costos en salud.

Septiembre 2005
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