En Chile hace ya tiempo que muchos edificios incluyen jardineras para hacer su impronta más amigable, lo que a la larga da lugar a cascadas de vegetación que cuelgan por sus paredes. También las terrazas de muchos departamentos se transforman con los años en verdaderos jardines aéreos. Pero son aun escasos los proyectos arquitectónicos locales que incluyen "techos verdes", o que están diseñados dentro del concepto de "construcciones sustentables" desde el punto de vista de su consumo de agua y energía.

Construcciones sustentables

La filosofía del movimiento global "Techos Verdes para Ciudades Saludables" (Green Roofs for Heathy Cities) no se contenta con el uso de vegetación en las construcciones para embellecer las ciudades y lograr ambientes urbanos más gratos y más sanos. También demanda buenas soluciones en los edificios para reducir el consumo de agua y lograr una mayor eficiencia energética, limitando la cantidad de energía que consumen en calefacción, aire acondicionado e iluminación.

Además de proteger la biodiversidad y aumentar la proporción de metros cuadrados de espacios verdes por habitante en las ciudades, ellos proponen el uso de la vegetación como mecanismo de aislación térmica y acústica a través de jardines en los techos, y para controlar la luminosidad y la temperatura mediante jardines colgantes. En este último plano, el edificio chileno que más se destaca es sin duda el del Consorcio Nacional de Seguros, en la calle El Bosque, diseñado por los arquitectos Enrique Browne y Borja Huidobro, e inaugurado en 1993. Este se ha transformado en un ícono local por su elegante diseño curvo y por las cortinas de vegetación con que en verano se protege del sol de la tarde, dada su orientación poniente.

Pero una golondrina no hace verano, y está claro que las escuelas de arquitectura y la industria de la construcción en Chile pueden hacer más para adecuarse a la creciente demanda social por una mayor sustentabilidad ecológica de las construcciones.

Según el movimiento por los techos verdes, aparte de su ayuda en el tema energético y en el mejoramiento del aspecto de las ciudades, estos jardines elevados ayudan a evitar inundaciones urbanas capturando parte de las aguas lluvias; aprovechan la evapotranspiración de las plantas (que reduce la temperatura del aire y aumenta la humedad alrededor de ellas) para reducir el calentamiento urbano derivado de la retención de calor por las superficies de asfalto, concreto y metal; mejoran la calidad del aire transformando gases nocivos en oxígeno; y ayudan a aumentar la biodiversidad.

Una tendencia fuerte en los países más desarrollados

La tendencia hacia los techos verdes ha cobrado fuerza en la mayor parte de las principales ciudades del mundo desarrollado (ver www.igra-world.com/green-roofworldwide/database.html), donde desde hace más de una década comenzaron a aprobarse regulaciones municipales que favorecen su desarrollo.

Chicago, que fue una de las primeras ciudades en lanzar programas estimulando la construcción de techos verdes en edificios corporativos, tiene hoy más de 253 hectáreas de jardines sobre sus techos, más que ninguna otra ciudad.

Tokio aprobó el año 2001 una disposición por la cual los techos urbanos con superficies que excedan 1 acre (1.012 m²) deben dedicar al menos 20% de dicha superficie a un jardín. Este decreto fue acompañado por una serie de ventajas tributarias estimulando la construcción de techos verdes.

En Inglaterra muchas municipalidades han ofrecido desde hace años estímulos para el desarrollo de techos verdes, pero desde diciembre de 2006 es el país en su conjunto el que avanza en esta dirección en base al Código para Hogares Sustentables (Code for Sustainable Homes).

En América Latina la tendencia hacia una arquitectura sustentable es menos marcada, pero varios proyectos latinoamericanos han ganado en años recientes premios internacionales en esta materia, especialmente en Argentina y Brasil.