Es común en estos días leer columnas que hablan respecto a las consecuencias que ha tenido esta pandemia en nuestras organizaciones, sobre cómo hemos tenido que adaptarnos al cambio y transformar nuestra manera de trabajar. En realidad, esto no es nada nuevo ya que, si no es la pandemia, es alguna crisis económica, la globalización, una nueva tecnología, un nuevo competidor o simplemente el hecho de querer entregarle un mejor servicio a nuestros clientes. Todos factores que nos hacen cambiar, adaptarnos y transformar nuestra manera de trabajar. El dicho “dormirnos en los laureles” es lo peor que le puede pasar a nuestra empresa, ya que, si no nos adaptamos nosotros, otros lo harán.

Ahora la pregunta relevante es “¿Cómo logramos adaptarnos constantemente en una industria tecnológica tan cambiante, donde los ciclos empresariales son mucho más rápidos que en otras industrias?”. La respuesta es simple: lo hacemos de manera rápida y acelerada, en proyectos de corto plazo que nos permitan probar conceptos de manera rápida, a bajo costo, equivocarnos, aprender y volver a probar.

A esto le llamo Aceleración Digital; ya no basta con transformarse digitalmente, sino que hay que hacerlo de manera acelerada. Muchos hemos participado en proyectos de larga duración, donde elegimos una batalla imposible de ganar, fijada por una gran ambición que al corto tiempo deja de motivar y solo logra que los equipos se fatiguen. Al tomar la primicia de que el cambio debe ser acelerado, es mandatorio el ponernos metas alcanzables y de corto plazo con gran impacto en el negocio, definir Mínimos Productos Viables (o MVP, por su sigla en inglés). Este debe ser el objetivo, ocupando herramientas acordes para ello.

Hoy existen un sinfín de herramientas, metodologías y tecnologías que nos pueden ayudar a lograr una aceleración digital. Una de las más mencionadas es la nube o cloud. Muchos hablan de ella como si fuera la solución a todos nuestros problemas, pero en realidad la nube en sí no es la solución. El valor de la nube está en las herramientas que nos entrega para crear, adquirir y compartir soluciones que nos permiten probar conceptos a bajo costo y prácticamente de manera instantánea.

Siglas como IaaS, PaaS o SaaS son comunes en industrias como la nuestra, y si bien podemos estar hablando días de cada una de ellas, lo que las une es un concepto simple que ha revolucionado el mundo: el poder acceder a infraestructura, plataformas o soluciones de software como servicio, donde ya no es necesario hacer grandes inversiones en activos que solo ocuparemos en parte, sino que a bajo costo podemos contratarlos como servicios, probar, equivocarnos, corregir y volver a probar.

Esto nos ha permitido, por ejemplo, contratar un servidor para montar alguna solución de software con solo dos clics. Antiguamente, para lograr esto debíamos dimensionar, cotizar, comprar, pagar, esperar a que llegara, tener un lugar donde montar el servidor, configurar y recién ahí comenzar a utilizar el activo en el que habíamos invertido nuestros dinero y tiempo. Otro ejemplo claro de esto son las soluciones de software como servicios o SaaS, en donde con algunos clics podemos probar una solución de ventas que le permita a nuestro equipo entregar un mejor servicio a nuestros clientes, pagando solo por la cantidad de usuarios que tenemos mes a mes y accediendo a funcionalidades iguales a las que tenían acceso solo las grandes empresas, debido a su gran costo. Hoy las herramientas están al alcance de todos, solo falta atreverse.