Como el día estaba hermoso, decidí sentarme en un parque que separaba ambas empresas para ver si se me ocurría por donde partir. En eso estaba, cuando veo en un banco cercano a un hombre de unos 35 años, sentado, trabajando en un PC y hablando por celular, el cual daba repetidas y temerosas miradas hacia la empresa de mi cliente. Lo curioso fue que tres bancos más allá había otro señor en una actitud similar. Intrigado y a riesgo de parecer intruso, me acerqué al que estaba más cerca y le pregunté si necesitaba hablar con alguien de esa empresa, pues yo conocía al dueño. Me miró, se sonrió levemente y me dijo: ¡Gracias señor por su interés, pero yo trabajo ahí y también mi compañero que está allá, somos vendedores! ¡No entiendo qué hacen aquí afuera entonces!, ¿están en alguna dinámica grupal o algo así? ¡No señor, es que el gerente de ventas en cuanto nos ve nos echa a la calle, pues dice que para vender hay que estar en la calle, lo que no deja de ser cierto, pero el problema es que no podemos administrar nuestra cartera ni menos estudiar los nuevos productos!. La verdad es que cada vez menos vamos a ver a clientes porque ya no sabemos qué decirles. ¡Pero el esfuerzo será al menos bien remunerado!. Me sentí perplejo cuando se largó a reír con ganas. ¡Señor, tenemos el sueldo base mínimo y el resto lo ganamos a través de comisiones!. Ellos no entienden que no es la intranquilidad económica la que nos hará ser más efectivos, sino que todo lo contrario. Muchas veces la desesperación nos hace vender lo que sea, aunque engañemos al cliente, pero tenemos que comer y pagar cuentas. Otro problema que tenemos es que nuestro jefe fue hasta hace poco un vendedor exitoso, por lo tanto lo único que hace es reemplazarnos cada vez que estamos cerca de un cierre. Así, ante el dueño él se lleva los méritos y nosotros quedamos como unos inútiles. ¡Supiera usted la rotación de vendedores que ha tenido estas empresa en sólo dos años! Sin saber que decirles me despedí de ellos y decidí investigar cómo lo hacían en la empresa del frente. Casualmente, conocía a uno de los vendedores así que me junté con él ese mismo día. Mi pregunta fue muy sencilla: "Cuéntame cómo es tu jefe", a lo que respondió: ¡Extraordinario Patricio! -y sin que yo le preguntará nada más agregó- ¡El, a pesar de que era un vendedor excepcional, asumió su rol de gerente y nos ayuda justamente en aquello en que nosotros somos débiles. A mí, por ejemplo, me cuesta abrir puertas, pero si estoy adentro seguro que cierro algo. Tengo otro compañero al cual le cuesta definir la mejor estrategia y a pesar de que nuestro jefe no lo hace por él, sí lo invita a "pinponear" juntos hasta que aparece el mejor camino en cada caso! ¿Y qué hay del tiempo de ustedes en la calle? ¡Funcionamos muy bien, pues nuestro jefe impuso el principio que antes de salir a la calle había que organizar el día y prepararse. Hemos optimizado tanto esto que llegamos a la oficina a las 8:30 (en eso él es muy estricto) y a las 9:15 máximo 9:30 salimos a ver clientes por el resto del día. Además, el segundo día hábil después del cierre mensual, tenemos capacitación. ¿Y cómo les pagan? ¡Aquí el jefe tiene una filosofía muy buena que se resume en "quiero que estés tranquilo pero apretado", por lo tanto los lujos e imprevistos debemos financiarlos con bonos y comisiones, que aunque aquí no son muy altos cubren perfectamente tales necesidades e incluso si uno es ordenado hasta pueda ahorrar! Sin más que preguntar, le agradecí la información y me fui a mi oficina a hacer un informe para mi cliente, mientras me preguntaba ¿por qué algunos todavía creen que las empresas son como las galeras romanas? |