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Andrea Osorio, Fundación Chile:
“La teleeducación obliga a pensar los diseños de clases de una manera distinta”

Educarchile es una iniciativa público-privada que nace de un convenio entre el Ministerio de Educación y Fundación Chile, para promover el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en el sistema escolar. A casi dos décadas de su formación, esta entidad ha trabajado arduamente en entender los requerimientos de su audiencia, con un foco en el usuario. De cómo han adaptado su trabajo en este tiempo de teleeducación y su visión de los desafíos venideros, conversamos con Andrea Osorio, de Fundación Chile.
Andrea Osorio, Directora de Aprendizaje para el Futuro de Fundación Chile.

Hace ya varias décadas se viene planteando la posibilidad de la teleeducación. Sin embargo, la pandemia le impuso una nueva urgencia y rol.
Así es. El Ministerio de Educación ha hecho esfuerzos desde los años 90 por incluir las Tecnologías de Información, incluyendo planes de informática educativa muy interesantes y cursos de perfeccionamiento para los docentes en el uso de la tecnología. No obstante, la pandemia nos obligó a entrar en un mundo donde, aunque había cursos y equipamiento, todavía era desconocido, porque no estamos hablando solo de disponer de la infraestructura necesaria ni de la capacidad de usar la tecnología, sino de que los diseños de clases se piensen de una manera distinta.

¿Qué está haciendo Educarchile en este escenario?
Como Educarchile estamos haciendo dos esfuerzos importantes: por una parte, apoyando al Ministerio de Educación para que las escuelas puedan aprovechar desde el punto de vista educativo las plataformas de Google y Microsoft, como herramientas que permiten al profesor tener salas virtuales de clases, compartir pantalla, hacer seguimiento a tareas de estudiantes, etc.

Un segundo piso muy importante tiene que ver con los diseños de clase, ya que hoy no podemos pensar traspasar la misma clase que se tenía prevista para modalidad presencial al mundo digital. Ese es el gran esfuerzo en el que estamos concentrados y apoyando a los profesores para que integren en sus diseños datos como, por ejemplo, cuánto tiempo el estudiante puede permanecer concentrado en la pantalla, qué duración es la adecuada para un recurso audiovisual o qué tipos de actividades puede provocar el profesor para que el estudiante haga. En todos estos escenarios, la tecnología tiene un rol muy valioso: motivar a que el estudiante participe.

Cuando en la presencialidad, uno incluía tecnología en la sala de clases siempre había una posibilidad de que el estudiante participara más, abría la posibilidad de que fueran más activos. Hoy el desafío está en cómo encontramos diseños de clases que no solo permitan al profesor usar la tecnología, sino que también permitan a los estudiantes hacer cosas con tecnología y promover la colaboración.

¿Qué es lo más difícil de este nuevo escenario educativo?
Sin duda, lo más difícil es cambiar paradigmas y entender que el conocimiento no está solo en el profesor, quien hoy tiene un rol mediador, facilitador, y donde es necesario desplegar todas las posibilidades para que los estudiantes desarrollen habilidades.

La educación presencial a veces presenta de manera muy lineal el aprendizaje y quizás, sin esta crisis sanitaria, la sala de clases nos hubiera permitido seguir así 20 años más, pero hoy estamos obligados a pensar otro modo de hacer la clase. Más aún, si consideramos que hoy los grandes desafíos más que recordar fechas y/o fórmulas, se relacionan con tener las habilidades para enfrentar un mundo en permanente cambio, y ahí el pensamiento crítico, la colaboración y la metacognición, son fundamentales.

Los estudiantes -especialmente los jó- venes- tienen que ser conscientes de lo que aprenden y de los que les falta por aprender. Y, en este sentido, la única manera de que un sujeto se apropie de esa habilidad es practicándola. Entonces, llegamos a estos diseños donde la tecnología permite ser ese puente no para tener información, sino para crear conocimiento.

¿Qué tan preparadas estaban las entidades educacionales para migrar a la teleeducación?
Creo que podríamos dividir el nivel de preparación en dos aspectos: por un lado, la preparación de las competencias docentes, donde se ha avanzado bastante con cursos y perfeccionamientos, pero aún hay que dar un giro importante en los diseños didácticos para usar la tecnología; y, por otro lado, un aspecto más social relacionado a la infraestructura digital, es decir, cuánta capacidad tienen los hogares para tener un computador, un espacio para que los niños trabajen con Internet, etc. Ese es un tema que excede la capacidad escolar y que debemos enfrentar como sociedad para ir acortando la brecha del acceso.

Respecto de los estudiantes, ¿qué cambios impone esta nueva modalidad?
Lo más importante es cómo van desarrollando, a través de esta modalidad de teleeducación, una autonomía que les permite ir tomando decisiones y avanzar en procesos de aprendizaje más propios. Tenemos que pensar en estudiantes como sujetos activos y no como objetos que pueden recibir información y después devolver, sobre todo en jóvenes de enseñanza media.

¿Cuáles son, a su juicio, los pilares de una teleeducación exitosa?
Un equilibrio entre un buen diseño de clases pensado en el teleaprendizaje, herramientas tecnológicas pensadas en el proceso educativo y la posibilidad de que los profesores se den el espacio al aprendizaje en términos de no sentir que la primera respuesta tiene que ser la correcta en relación a los diseños de clases o las dinámicas escolares. Y, en ese aspecto, es importante que los profesores sientan que hay confianza en ellos y que en este proceso va a existir un poco de ensayo y error.

¿Cuál diría que es el mayor impacto que ha tenido la teleducación?
El impacto más positivo del teleaprendizaje es el vínculo que permite la tecnología entre el profesor y el estudiante, y mejor aún si ese vínculo puede ser entre los estudiantes. Estamos conscientes de que, a nivel pedagó- gico, ha sido agotador, lo que valida aún más la necesidad de conocer otras formas de aprender. Estamos en camino hacia una educación híbrida donde se van a ir mezclando elementos y ahí hay otro desafío, que es cómo se combina la presencialidad con la distancia.

¿Qué tecnologías son las estrellas en este escenario?
Mi opinión es que las empresas de tecnología han ido leyendo muy bien la necesidad de este mercado y se han ido adaptando. Hay equipamiento, plataformas para la planificación curricular y potentes herramientas de colaboración tanto para el trabajo de los docentes con los estudiantes como entre los estudiantes. Creo que todo es necesario y en la medida en que nos apropiemos más de estas herramientas, podremos tener buenos logros.

Haciendo un balance del camino recorrido, ¿cuánto ha avanzado el objetivo de Educarchile?
Hemos avanzado muchísimo, pero los desafíos también siguen siendo muchí- simos. Sin lugar a dudas, un logro de Educarchile ha sido su flexibilidad para mantenerse activo durante 20 años y eso tiene que ver con estar siempre muy en contacto con nuestros usuarios y entender cuáles son sus requerimientos e ir armando nuestra oferta en función de eso. Ese foco en el usuario es lo que nos ha permitido ir logrando cada año renovar nuestro convenio con el Ministerio de Educación, independiente de las administraciones.

Agosto 2020
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