Jorge Aravena.

¿Cómo podríamos definir un Cloud “híbrido”?
Un ambiente híbrido de Cloud involucra una combinación de capacidades de procesamiento y almacenamiento, tanto “on-site” (enfoque tradicional), como en nubes privadas (externalización del data center con servicios exclusivos) y/o públicas (con recursos y plataformas compartidas). En general, las barreras para este tipo de estrategias no vienen por el lado tecnológico propiamente tal, sino que son –principalmente- culturales.

¿Cuáles son estas barreras?
En Chile, la mayoría de las grandes empresas son filiales de compañías globales cuyas casas matrices se encuentran en el extranjero, y es allá donde se dictan las estrategias y políticas de tecnología, dejando poca capacidad de tomar decisiones al negocio local. En este caso, el ritmo de adopción tecnológica va de la mano de la compañía global, que si bien tiene mayores recursos, su tamaño hace que la implementación sea más lenta, especialmente para nuestro mercado que es comparativamente pequeño.

En el caso de las empresas nacionales, la mayor barrera se encuentra en el temor a “abrir” los ambientes internos a ubicaciones en la nube, y en especial a Clouds públicos, mayoritariamente por los riesgos de seguridad. La segunda mayor dificultad está en el bajo nivel de integración que tienen las aplicaciones internas de estas compañías, donde mayoritariamente conviven sistemas funcionales específicos, operados en forma de “silos” y sin llegar a constituir una arquitectura integrada de servicios. Esto transciende desde lo tecnológico y forma una cultura de trabajo que lleva a esas compañías a tener administraciones parceladas de sus procesos, es decir, “silos” funcionales. En este aspecto, tenemos un desafío gigante de la mano de la transformación digital en nuestro país.

¿Cuándo tiene una organización la madurez para adoptar un Cloud híbrido?
Una organización madura es la que ha logrado generar una visión de proceso de negocio integrado y, por lo tanto, tiene una plataforma tecnológica en base a una arquitectura de servicios, más que de aplicaciones. De ese modo, la virtualización de los recursos y la orquestación de los mismos son posibles, independientemente de su ubicación.

¿Qué factores impulsan la adopción de estas plataformas?
El desarrollo actual del entorno de negocio demanda una mayor velocidad de desarrollo y adaptación a los cambios, lo que genera a su vez una mayor dependencia tecnológica. Sin embargo, esta presión de agilidad viene acompa- ñada de una presión por la disminución o, al menos, racionalización de costos.

Ante eso la opción de optimizar el almacenamiento y procesamiento de datos mediante un esquema de Cloud híbrido se perfila de forma relevante, toda vez que entrega la alternativa de escalar recursos en la medida que son requeridos, no necesariamente por saltos de escala, sumado al hecho que la empresa paga solo por los recursos utilizados, liberándose así de asumir costos por capacidades ociosas.

Otro aspecto muy relevante es que esta modalidad permite tener acceso a los servicios y aplicaciones desde cualquier lugar, levantando la obligación de tener que estar conectado a una red física.

¿Qué dificultades representa la adopción de un esquema de “nube híbrida”?
A la hora de elegir un esquema de nube híbrida, existen al menos dos aspectos principales a considerar. En primer lugar, está la capacidad de orquestación del ambiente virtualizado y la sincronización entre los servicios y aplicaciones que están alojados en las distintas ubicaciones, ya sean “on-site”, Cloud privado o Cloud público. En segundo lugar, está el nivel de seguridad con que se operará esta arquitectura tecnoló- gica, de manera que tanto el acceso, la integridad, la seguridad y la protección de los datos estén cubiertos de forma adecuada, considerando también los planes de respaldo, contingencia y recovery.

En términos generales, existen herramientas y alternativas suficientes en los proveedores de servicios para cubrir los diferentes niveles de orquestación y seguridad que requieren las empresas. Sin embargo, algo que es posible observar, es que muchas veces son las mismas organizaciones usuarias quienes no tienen tan claro internamente cuál es el nivel de seguridad que requieren y cuánto presupuesto están dispuestas a destinar para ello.

¿Qué recomendaciones haría para quienes desean migrar a un esquema híbrido de Cloud?
A mi juicio, en el “viaje” hacia una arquitectura de nube híbrida, deben considerarse al menos tres “jornadas”. Primero está el estandarizar y consolidar recursos tecnológicos, para poder optimizar y lograr la virtualización de la plataforma de almacenamiento y operación del data center. Conseguido eso, la segunda etapa consiste en poner aplicaciones críticas para el negocio sobre esos ambientes virtualizados, de modo que puedan hacer balances de cargas de trabajo y escalamiento “suave” de las capacidades. Como tercera jornada, se debe implementar herramientas de orquestación y automatización de forma tal que el negocio pueda acceder a los requerimientos tecnoló- gicos “como servicio”, en la medida que el negocio lo demande, que es donde la arquitectura de Cloud híbrido hace su mayor aporte.

Finalmente, se debe tener cuidado de no caer en la “descapitalización” del equipo interno de TI, dada la oferta de servicios externos. Lo que es más recomendable, es fortalecer la capacidad de ese equipo para entender e interpretar la estrategia del negocio, para que se convierta en un “broker” de servicios de TI, proveyéndolos en el tiempo y a la velocidad que el negocio requiere.