Por Jaime Soto Secretario General de la ACTI.
Jaime Soto.
En todo el país, la forma en que los estudiantes aprenden está protagonizando una transformación fundamental, la que está siendo alimentada por una generación de niños y jóvenes que utilizan los medios digitales en su vida cotidiana. El acceso a teléfonos, tablets y computadores está -en general- bastante masificado. Mientras un profesor muchas veces está con tiza y pizarrón explicando una materia, el estudiante lleva años acostumbrado a recibir otros conocimientos de manera digital.
De esta forma, la educación como la hemos pensado hasta el momento, queda cada día más obsoleta. Los estudiantes ya no quieren mirar un dibujo estático de una hebra de ADN, cuando pueden explorar virtualmente el interior de una representación digital interactiva y, de esta forma, decodificar en forma ágil y dinámica los misterios científicos.
Los cambios digitales han engendrado un desafío a la cultura de aprendizaje y a las políticas asociadas al aula, la que es muy diferente de las generaciones pasadas. Hoy en día, los maestros están muy lejos de ser la única voz que se escucha en el ambiente de aprendizaje. Los estudiantes -a través de un solo click- participan en su propio proceso, pueden por medio de un video de Youtube o de alguna otra plataforma, seleccionar contenido de clase mundial y, en función de sus intereses, utilizar mecanismos de retroalimentación individualizados y recibir una instrucción.
Uno de los desafíos más importantes que enfrentamos como sociedad es que en vez de obligar a los estudiantes a adaptarse a los viejos métodos, las escuelas e instituciones de educación deben adaptarse a las múltiples formas en que los estudiantes de hoy quieren y necesitan aprender. Eso actualmente en Chile está muy en pañales. ¿Lo más dramático? Vemos que muchas instituciones de educación no poseen los recursos necesarios para integrar la tecnología en este ambiente del aprendizaje, o muchas que teniéndolos, al día de hoy no lo consideran prioritario.
“Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes”, dice Klaus Schwab, autor del libro “La cuarta revolución industrial”.
Como país no debemos olvidar que una de las funciones más trascedentes de la educación es la integración del individuo a la sociedad. Hay que usar la tecnología de manera positiva, para el bien de esta y para ofrecer y dar una mejor educación. La tecnología -de esta forma- es una obligación para la enseñanza.