Christian Dettleff.

Chile es un mercado maduro en cuanto a la penetración de videoproyectores, a diferencia de otros países de la Región. En nuestro país, el año 2014 presentó un incremento de 18% en relación al año 2013 -principalmente gracias al mundial de fútbol Brasil 2014- que redujo el impacto del estancamiento de los proyectos de educación, a raíz de la incertidumbre provocada por la discusión de la Reforma Educacional. Para este año se espera una reactivación importante del mercado de videoproyectores, basada en una proyección de crecimiento cercana al 12% en el período Copa América y en la migración de la oferta y la demanda hacia productos de mayores prestaciones y performance.

Chile, al ser un mercado de mucho volumen -probablemente mucho más que los países vecinos en términos de unidades- estaba concentrado en productos de entrada; una realidad que año contra año ha ido cambiando, porque los clientes hoy están prefiriendo videoproyectores de mayor resolución, conectividad y potencia lumínica.

Vemos un gran número de clientes corporativos que ya no está comprando productos de entrada, sino de rango medio o alto, porque quieren profesionalizar sus salas de reuniones y su equipamiento. Esto ha hecho que si bien el mercado no tenga un crecimiento tan importante en términos de volumen, sí lo tenga en cuanto a valor.

Definitivamente, el “ticket promedio” aumentó, lo que al mismo tiempo ha incrementado el margen del canal, porque en general los productos de mayor valor están relacionados con una rentabilidad también mayor en materia de instalación.

El negocio de los videoproyectores cambia y se vuelve mucho más interesante cuando el canal da el salto desde vender un proyector súper VGA para una sala de reuniones -que probablemente sea usado como portable- a vender uno para un auditorio, que requiere de una instalación profesional y equipamiento audiovisual completo. En los servicios asociados hay mayor margen y menor competencia, porque existen menos canales especializados.

Al vender un videoproyector el distribuidor debe tener en cuenta, antes que ninguna otra cosa, las especificaciones del lugar donde será instalado y el uso que tendrá. Eso determina las características técnicas del equipo y reafirma la idea de que escoger el tipo de proyector necesario para cada aplicación no es una decisión trivial. Muy por el contrario.

Es necesario tener en cuenta si el espacio en donde se utilizará el videoproyector es luminoso o no, los dispositivos adicionales que requerirá tener conectados, la cantidad de horas diarias que estará funcionando (en el mercado educativo el uso es mucho más intensivo que en el corporativo) y el tipo de mantenimiento que requiere.

Pensando en la coyuntura de la Copa América, el videoproyector que el canal debe recomendar a su cliente es uno con resolución HD o Full HD. Sucedió así durante Brasil 2014, donde vimos que el mercado aumentó sus preferencias por videoproyectores de alta definición y lo más seguro es que esa tendencia se repita e intensifique.

Específicamente, para los próximos meses las oportunidades para el canal están dadas por la necesidad de pubs, restaurantes y centros comerciales de proyectar los partidos de Copa América para sus clientes; y también de instituciones y empresas que habilitan salas de proyección para sus empleados.

La relación precio-tamaño es fundamental al momento de convencer al cliente respecto a la ventaja de comprar un videoproyector versus un LCD. Hoy, el principal diferenciador de un videoproyector respecto a un televisor es el tamaño que ofrece en relación a su costo, que es inmejorable, sobre todo cuando se trata de proyectar un partido de fútbol.

Por ejemplo, un televisor de 120 pulgadas cuesta más de 2 millones de pesos, mientras que un videoproyector puede proyectar ese mismo tamaño, o más incluso, por una cifra cercana a los 600 mil pesos. La experiencia que se vive al ver un partido de fútbol importante en un gran tamaño es mucho más gratificante y emocionante, y ese es un argumento que cobra fuerza al momento de vender un videoproyector.