Esta noticia, sin duda alguna, implica un gran avance para el país, pues cerca de 60 mil nuevos emprendedores recibirán el capital y la ayuda necesarios para comenzar su proyecto. No obstante, es necesario recordar que este esfuerzo sólo constituye un comienzo.
Y es que en Chile, montar una compañía desde cero no es una tarea fácil. Las postulaciones son complejas y se requiere del asesoramiento de una incubadora en el proceso. Si el proyecto es seleccionado como merecedor de un capital semilla, surge un nuevo problema: las demoras del pago por parte del Estado, las que no se condicen con las necesidades del emprendedor. Sumado a esto, un reclamo habitual que podemos oír de nuestros emprendedores es que la banca no los apoya como se espera.
Y en regiones, la situación sólo empeora. Por esto, acompañar a los emprendedores hasta que consigan el éxito, no sólo es necesario, sino que vital.
Resulta crucial que estos programas de apoyo apunten desde la formación del proyecto y las formas de conseguir financiamiento, hasta su ejecución, éxito y posterior internacionalización, involucrando a más actores sociales en este proceso.
Los esfuerzos del Ejecutivo por mejorar esta situación son tan evidentes como valorados. Sin embargo, queda mucho por hacer. La agenda de impulso competitivo favorece y facilita las labores, pero seguimos quedándonos atrás en la materia.
En este sentido, es urgente que construyamos una nueva cultura en torno al emprendimiento, donde no sólo las incubadoras de negocio y el Gobierno participen en los programas, sino que además se le entregue una importancia sustancial al rol de las universidades en la formación de futuros emprendedores y en las oportunidades que se les da a los estudiantes de emprender en las mismas aulas.
Sólo desde nuestras casas de estudio podremos educar en materia de emprendimiento, erradicando la cultura de "castigo al fracaso" de nuestras tradiciones.
En el mundo TI, los grandes negocios del siglo han surgido en las salas de clases de destacadas universidades y es por esto que, desde ACTI, tenemos la convicción de que entre nuestros estudiantes también podemos encontrar a un Mark Zuckerberg o un Larry Page, creadores de Facebook y Google, respectivamente.
Es por todo esto que, pese a valorar profundamente esta inversión, resulta más urgente cambiar el paradigma sobre el que se fundamenta esa inversión, generando nuevos programas de fomento y apoyando desde la educación a nuestros emprendedores.