Respecto de la administración de la educación, el grueso de los establecimientos del país recibe algún tipo de presupuesto o subvención estatal, por lo que se hace necesario administrar esos sistemas de incentivos y financiamiento a través de herramientas de gestión tecnológicas que no están siendo consistentemente utilizadas.
En el ámbito de la dinámica de la sala de clases, hay un elemento que es obvio: los actuales estudiantes son nativos digitales y, por lo tanto, están acostumbrados a usar la informática y el computador para informarse y entretenerse, y esperan que también les sirva para educarse. Pero hoy eso no ocurre.
Hay una gran brecha entre las expectativas del estudiante sobre el uso de las tecnologías de información para la educación y lo que sucede en el aula. Es algo para lo cual el sistema no está preparado.
Los docentes, en general, han sido reacios a usar TICS en la entrega de contenidos. La industria ha hecho esfuerzos importantes a través de programas de innovación para profesores, pero de los más de 100 mil docentes que tiene el país, no más de 10 mil han participado, lo que es un número muy bajo. No están puestos los incentivos en el sistema para que los profesores se atrevan a innovar en la sala de clases.
Tampoco desde las unidades curriculares y directrices que entrega el Ministerio de Educación están puestos los esfuerzos en generar dinámicas que sean basadas en la TIC, que hagan participar a los estudiantes, con simulación de experimentos, generación de hipótesis y puedan por sí solos llegar a la conclusión correcta. Todo esto hoy se puede hacer con el apoyo de las tecnologías de información. Pero para que esto suceda se debe contar con las unidades curriculares pertinentes y con contenidos digitalizados. El Ministerio de Educación sigue gastando de orden de los US$20 millones anuales en comprar libros impresos, que en muchos casos quedan arrumbados en una bodega.
Hay evidencia muy interesante en escuelas rurales y urbanas marginales que, con un muy bajo SIMCE, han pasado a tener resultados promedios de 260, lo que son mejoras sustanciales.
Entonces, tenemos profesores que no quieren o no pueden innovar, materiales que no incluyen lo digital en todo su ámbito, lo que desemboca en una dinámica en la sala de clases que se sigue basando en la metodología de la tiza y el pizarrón.