Desde los equipos de telefonía celular, que ya pueden considerarse parte de la canasta de insumos de consumo básico, hasta dispositivos más complejos que hacen posible llevar la oficina, literalmente en la mano, pasando por los cambios en la televisión de alta definición y la transformación en el ámbito de las telecomunicaciones, por mencionar pocos ejemplos, ya nada es igual. Olvidar el iPhone o el BlackBerry es olvidar los contactos, la agenda de reuniones e, incluso, sus actuales y potenciales negocios. Ya no tomamos vacaciones. Nos desconectamos.

Todo este proceso de profundo impacto personal y social también llegó a las empresas, sin importar su segmento y tamaño. Porque los tan comentados y mundialmente conocidos Sistemas de Clase Mundial que, definidos en forma muy sencilla, buscan optimizar procesos de gestión empresarial, desplazaron a las aplicaciones hechas a la medida que por años las compañías instalaron para resolver sus problemáticas de negocios. Ahora la propuesta es más robusta con una oferta amplia y muy funcional para todo tipo de industrias. Tanto así que casi todas las grandes empresas tiene operativo este tipo de soluciones informáticas. Son compañías que por sus volúmenes de negocios debieron invertir en procesos de transformación y modernización tecnológica. Debieron dejar los sistemas a medida por sistemas más completos para mejorar sus procesos de negocios y hacerlos más rentables. De paso aumentaron su eficiencia y competencia.

En este contexto, ¿es factible adaptar estos sistemas a las pequeñas y medianas empresas?, ¿es posible que los fabricantes de estas soluciones diseñen propuestas económicamente atractivas para un segmento que dispone de menos recursos y que estén realmente interesados en que éste acceda a lo que para muchos parece inalcanzable? Las respuestas son todas afirmativas, porque ninguno de los fabricantes de sistemas de gestión de clase mundial olvida que las pequeñas y medianas empresas en Chile son el eje y motor del desarrollo económico y social, además de representar más del 80% del recurso humano ocupado. Lo que cambia es la forma en que estos sistemas están disponibles para las Pymes.

En el mercado existen sistemas perfilados para este sector, desde el punto de vista funcional y técnico. En el mercado, además, existen modelos de entrega del servicio de forma tal que los pequeños y medianos empresarios no deban hacer grandes inversiones, sino que más bien busquen soluciones ajustadas a un presupuesto menor, más bien adaptado a un flujo financiero más pequeño, es decir, una propuesta hecha a la medida de la Pyme. Por ejemplo, hoy es posible acceder a sistemas que controlan el pago de remuneraciones pagando por liquidación de sueldo pagado; hoy es posible hacer un control biométrico en una pequeña industria, pagando por uso, no por sistema; y hoy es posible registrar los eventos económicos pagando por uso contable de la aplicación financiera, no por la operatividad del software en su totalidad.

La clave para que la Pyme acceda a un sistema de clase mundial es diseñando con ingenio aplicaciones que se ajusten a su medida, que sean de interés para el sector y atractivas también para el proveedor. Por ello, cuando escuche que un pequeño o mediano empresario quiere acceder a un sistema de clase mundial, sólo hay que decirle que es su decisión.